El sabor de los sueños
Imaginó el soñador
las rayas amarillas
en el abdomen de la avispa,
pero no su aguijón, su inquieto
bordoneo, sus mandíbulas trémulas
de furor enjaulado,
olvidó el soñador
la desvanecida ira del atuendo
laboral de la abeja, su andares
de obrera fatigada tras el néctar
de una improbable historia de dulzura,
duele tanto la miel como los sueños,
y el demiurgo lo sabía.
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