Huir de los espejos
Lo inopinado
era quedarse en blanco
frente al espejo cóncavo,
despoblado de hueso,
flotando entre puñales
de plata curva,
tú que antes eras
arma de sarracena estirpe
colgada del arnés,
no media luna cordobesa
vigilada
por la miopía del azor
que apenas logra
cuajar la perspectiva.
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