Mira
las ubres de la nada.
palpa
su textura vítrea, fofa
y a la vez turgente,
roba
su leche, ordeña,
mama
su acidez esencial,
nominativa y sola
y dile
a dios que ya está bien.
Luego apaga
la luz del primer día,
que se note
el nítido portazo.
¡Zas!
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