miércoles, 24 de enero de 2018

Migraciones

Esas aves altas que al pasar
dejan el aire tenso, teflón rayado
con la impronta nocturna y virgen
de una emulsión de plata, traen, son
noticias lentas del recuerdo.

A veces se alinean en agudo,
abren el aire con rigor de flecha
semántica, detenida, sólo una ala
parece batir, flecos que impulsan
la progresión de esa noticia
traída de tan lejos, dicen:
allí está, quedó dudando si seguirnos,

¿merecerá la pena o sólo
es realidad lo que allá queda
pegado a su quietud de piedra y hace mutis
cuando las migraciones alzan
el telón ancestral de la memoria 
y todo se contempla tras el párpado
nublado, olvidadizo
de lo que no se ve o atrás se queda?

Y esa placa azul, polarizada
de ambición fotográfica, cargada
de eléctrico aleteo, bate, bate
hasta cuajar la forma de una grulla
y mostrarla, ejemplar: ahora
es más que una ave mensajera, tiene toda
la efímera potencia de la imágen, 
ala sonora que habla siempre
de algo lejano, más allá
de su pretendida semejanza con el aire
que nunca pudimos respirar.

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