martes, 17 de septiembre de 2024

Intentaba cazar las mariposas con el palo largo al que le faltaba el cazo de la red; pero se consolaba viéndolas volver todos los días al manantial de sales donde los zorzales dibujaban con sus patas hermosos jeroglíficos en el barro amarillo

 




Quise alcanzar la cima inexpugnable

de aquel poema de Archibald MacLeish

sin cantimplora ni botella de oxígeno,

los árboles habían sucumbido a la enfermedad de la quietud,

se habían atrevido a mirar atrás y contrajeron

la lepra silenciosa de la mujer de Lot y su mirada hueca 

aunque no exenta de misericordia,

las horas colgaban de la nada igual que estalactitas

de una humedad feroz que se dejaba lamer por los rebaños

de cabras del desierto y a veces retomaba

su rumor de manantial con el que los beduinos

combatían el acoso incurable de la sed,

copié el poema en pergamino con sangre de marmota

y lo dejé debajo de la almohada

creyendo que entraría en mi memoria a través de la brecha

dejada en la conciencia por la soledad,

pero quedó sólo la teoría de lo irreductible,

un agua mineral y oscura recorriendo 

las arenas ardientes del desierto, la sombra fósil

de los árboles y el collar de dientes de chacal

que me hacía soñar con la ventana que daba al otro lado.




Zona B:

No descansar, no darse tregua hasta que los causantes de este genocidio acaben en prisión y los pobladores de esa tierra vuelvan a mirarse, no digo con amor, pero sí con respeto y tolerancia.





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