Me mantuve siempre cerca del lugar
que por las noches supuraba un líquido lechoso
y con el sol manaba agua rojiza,
es posible que el cambio de color obedeciera
al ángulo de entrada de la luz o al tempo de los ojos
que dan pasos muy largos, pero lentos,
los druidas partisanos lo llamaron vado de cinc,
los sacerdotes oficiales vestigio de milagro
y los pastores trashumantes,
tras cotejar su pastosidad entre los dedos
simplemente dijeron que era leche de loba,
nunca volví a beber desde que abrieron la vía forestal
para tender los cables furibundos de la alta tensión
y dejaron enterrado bajo el escombro del desmonte
el barrizal de caolín,
pero seguí asomándome a las rendijas de la noche
y contemplaba con dificultad el aceitoso paso de la luna,
la reticente estela que sólo los albinos
éramos capaces de captar.
Zona B:
Produce un hondo cansancio esta carga de muerte que cada jornada nos impone el gobierno genocida de Israel. Tal vez un día esta guerra termine y la paz no sea la de una tierra calcinada, pero siempre quedará en nuestro recuerdo el miedo hacia un estado que fue capaz de masacrar a todo un pueblo porque le venía bien al presidente del gobierno.
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