Él alentó a los griegos
que regresaban cabizbajos a las naves,
habían visto la debilidad del dios,
el bronce cincelado de su barba cubierto por la arena
ambos ojos vaciados a puñal y las presuntas perlas
obligadas a intervenir en transacciones comerciales
que ponían en duda su valor,
el aire de las tiendas era tenso como la piel de los becerros
puesta a secar en los obenques, cualquier silencio podía oírse
a la distancia de doscientos pasos y el humo serpenteaba
convertido en blasfema imitación de la hecatombe
pues se empleaban los cigarros que los atenienses
intercambiaban en los barcos llegados desde Egipto,
todo despojado de sacralidad, con el tufo
ceremonial de un telediario tan ciego como Homero
aunque menos atento a los detalles
que sobreviven a los siglos.
Zona B:
VOZ DE ISRAEL: Hoy os haré creer que es todo un sueño; veréis pasar los carros de combate como si fueran las carrozas de un animado carnaval, luego provocaremos lluvia para que arrastre los confeti y haga desaparecer la sangre. Cuando despertéis todo será distinto, o igual, pero será ya nuestro.
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