viernes, 11 de octubre de 2024

Del año del eclipse casi nadie recuerda una noticia que recorrió las tierras altas, aunque hay quienes afirman haber sido testigos oculares del prodigio: nació algún jato con dos cabezas y sin ojos, como si el desajuste sideral hubiera confundido materiales y olvidara el orden inmutable de la anatomía

 




Devotamente hicimos el camino,

un recorrido estacional entre las runas

grabadas en la piedra siguiendo los zij zaj de la vereda celta

que los romanos enlosaron con pórfido y basalto,

la luz era un anuncio que asomaba entre los celajes

de un repetitivo telediario incendiado de curiosidad,

llovía un oro turbio y se notaba el olor a jabalí

mezclado con el dulzor de los arándanos, larga tropa,

entre los que abrían marcha y los que la cerraban

más de ochenta metros, todos con varas de avellano

y calabaza para el agua como ordena el ritual,

íbamos a ver nacer al dios mermado en un día de julio

entre rumores de cataclismo y caos,

el mundo entero se pararía para ver, mantendría

la respiración como una apnea bajo el agua,

un hipo prolongado, el aire quieto, el palio de las hayas

despojado de pájaros y de temporalidad,

el verde eterno que apenas duraría unos minutos

mientras ocurría el apagón.



Zona B:

¿Quedan todavía escuelas y hospitales que bombardear? En Gaza tal vez no, pero quedarán en Líbano y si también aquí escaseasen, el genocida puede comenzar a bombardear cuarteles de la ONU; eliminará testigos y dejará bien claro que a él nadie le da órdenes y hará lo que le plazca por encima de leyes o convenios.

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