Tumbado boca arriba sobre la cama
veo el agua del estanque reflejada en el techo,
se ha trasladado al interior oscuro de la habitación
huyendo del calor de la hora nona,
duerme el aire, el personal se esconde ´
entre visillos desgarrados para la siesta,
los reflejos usan el trampantojo de las olas
para adormecer todo el entorno, hasta los sonidos
de la guerra insomne se mantienen
en el cuarto de atrás donde se guardan
las herramientas de limpieza,
cuando la siesta acabe
borraremos las salpicaduras de la sangre,
nada como la sangre fresca para certificar
el rastro de la vida entre las zarzas.
Zona B:
Por fin el mundo entero gira al ritmo que un motor caprichoso. Nos paramos con expresión bobalicona a mirar cómo un individuo criminal dispone las coordenadas por donde debe discurrir el torrente de sangre que él mismo provoca. Es el Leviatán de nuestro tiempo y nos hará pagar muy cara nuestra pasividad.
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