Efrén lampiño,
ambiguo como un apóstol de hospital del Greco,
esto es así, decía, simulaba oír y traducía
la sensación en un susurro de color morado,
puede ocurrir que se revuelva y quede
del lado del revés como el mensaje
de los aprendices de profeta, la luz oscura
de lo que no suele mostrarse, creo que ese es el papel
de la pintura de taller, aseguraba, un nombre sin cristianizar
aún no rescatado de la mina, como los ojos de Zulima,
su penitencia era el compromiso de asistir
a reuniones de congregación con cinta azul,
-el Greco lo explicaba con serpientes
haciendo de bufandas a Laocoonte-,
sólo cuando se encerraba en su taller-habitación
y encendía los pinceles como cirios de clandestinidad
su cuerpo largo y correoso se iluminaba de placer
y reflejaba una religiosidad semi pagana
que parecía sacada de la los mitos griegos.
Zona B:
En privado USA recurre a calificativos para el genocida que luego no se atreve a manifestar en público. ¿Quién teme a quién y qué poder es el del imperio que no es capaz de someter a un asesino tan incómodo?
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