martes, 22 de octubre de 2024

Tuve un profesor que siempre daba clase a la luz de una vela, aunque lo hiciera a horas en que luce el sol; el olor de la cera y el humo del final -nos señalaba- era el mejor reloj para dosificar el tiempo de exposición a la luz guardada, de modo que su brillo no acabara deslumbrándonos, dejándonos tan ciegos como a Homero, aunque menos sabios

 




Soporto mal esas argucias

con que la historia reconstruye las ruinas del pasado,

ella sabe que yo siempre mantuve

la inquebrantable fe de los esclavos obligados a remo

y que mis horas se regían por la cadencia pegajosa

del tambor que marcaba las paladas,

apartado del sol y prisionero en las entrañas de madera

de una máquina enferma de furor, lo mismo da un caballo

que una cóncava nave si se logra llevar la destrucción,

-la mal llamada redención por el fuego-

al corazón incombustible de Ilión, diez veces enterrado

en las cenizas de su orgullo,

ahora empleo para escribir estos tizones

que la marea arrastra y no consigo

una traducción veraz de los hexámetros

que Homero recitó por los caminos.



Zona B:

¿Ayuda en algo a conseguir la paz dejar sin luz, sin agua, sin comida y sin medicamentos a todo un pueblo? ¿Puede Israel argumentar que matar de hambre y de miseria a los palestinos y libaneses es un acto de defensa? Netanyahu ha regresado a las cavernas infectas del nazismo.

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