De nuevo estar allí,
asomarse al balcón y percibir el tufo
de la mejillonera, casi tocando el nido de las golondrinas,
la voz rota y singular de la patrona,
alma de límites extraños que daba al mar
mecida por las olas con sordina del cereal,
entraba el sol, decía su recortado parlamento
y volvía a salir, dentro quedaba
el olor a lejía y a jabón lagarto, con negro entre las uñas
rememorando el ruido del cuplé, mirando
con cierto empeño seductor el aire
empobrecido del cartel de una película española.
Zona B:
¿Por qué el judío si y no el palestino? ¿En qué piedra maestra se sustenta el derecho a alojar en un reducido territorio a gentes segregadas de decenas de estados repartidos por el mundo, por el simple hecho de profesar una misma religión? Y eso expulsando y despojando al poblador original.
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