sábado, 21 de septiembre de 2024

Ya asoma el otoño, la lluvia ensaya su lenguaje de hojalata, los tejados sufren la vulgaridad de su sonido y en los intervalos aparece el sol que deja a la pradera embarazada de pérfidos milagros: setas, conjuros, vida enana que llevarán a la cocina el arriesgado mundo del veneno sin que las crónicas del diario aumenten el espacio que se destina a necrológicas

 




Encimo ese repecho traicionero

que me permite ver los cambios

de color en la hondonada del hayedo,

respiro con dificultad, el pulso

da campanadas en las sienes y me obliga a parar, 

yo miro con ese fingimiento del que para a mirar 

y no del que suplica un aporte de oxígeno, 

este año va a haber muchos hayucos, suena en el aire,

es mi voz que escucha al pensamiento y lo traduce

como si fuera necesaria la obviedad,

los jabalíes y los ciervos se la hubieran ahorrado,

qué tendrá el silencio que hasta los pájaros se callan,

si acaso un arrendajo, un cuervo o un carpintero,

pero apenas se escucha la pajarería estacional,

claro, es que he olvidado señalar lo evidente:

se va el verano.



Zona B:

Panorama: Gaza destruida, Cisjordania esclavizada, Líbano asediado por la prepotencia armamentística y la maquinaria del terror, Siria mirando lo que se avecina y el mundo árabe pendiente del belicismo de alguien que necesita la guerra para escapar de la justicia. En estas circunstancias el resto del mundo tiene una obligación: TOMAR DECISIONES EFICACES PARA PARAR LA GUERRA ANTES DE QUE SEA DEMASIADO TARDE.

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