Cuelga ahí
de la resabiada candidez del humo
esa flor diminuta de la luz,
cada noche de aceite
deja huella en la madera
contra su costumbre
de iluminar y seducirnos,
el humo de la mecha va escribiendo
una historia improbable que a la postre
hablará de pasiones no ocurridas
y el techo no será lugar de nubes
sino de confusiones y prodigios,
el candil sigue ahí, balanceándose
como un ajusticiado en su cordón de plata.
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