Mira esa grisura, la brisa ya no tuerce
al llegar a la esquina, sigue recto
como un destino a la señal unívoca del tráfico,
más allá le espera
el esparadrapo, el alcohólico gel que mata
por inmersión como un bautismo
o el policía sideral, el mismo
que te vigila el pensamiento
rebelde contra el virus
de la uniformidad,
(ya se ha borrado
toda huella de sal y nada
huele a condimento salvo el tufo
a col hervida en el telediario).
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