Qué hará Quevedo mirando de esa forma
tan triste, condenado a lentes
que nada añaden a la lucidez sino unos ceros
tumbados a la sombra de una invernal melancolía,
qué buscará el buscón
soñando por encima del nivel confortable
de la imaginación,
algo perfecto que llevarse a la boca
o esa desilusión del hijodalgo
convertido en vulgar espadachín
que no provoca ya ni un comentario.
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