Vi tu huella en la nieve, era
una impronta de extranjero necesitada
de traducción, los oros de ceniza,
los azules de colibrí, los blancos
de historia vieja calcinada
de soles asesinos,
debajo
de la piadosa capa aparecía
con inocente gesto la quijada
blanquecina del asno
que te ayudó a matar la indiferencia,
y tú, perplejo ante la sangre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario