Tengo
las manos hundidas en el agua,
y las noto secas porque toda
humedad es ajena, como el aire
en los pulmones del ahogado,
soy balsero sobre la pereza
de un río familiar, confundo
mi sangre con el flujo
de este remanso de palabras
enmudecidas por el aura forastera
de mi apellido,
un desconocido timonel que intenta
llevar hasta la orilla una almadía
de maderas muertas por si queda
algún enterrador en ejercicio
o algún taumaturgo sin jornal.
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