Pasó el tiempo de la candelaria,
fuera ya no hay luces, hay espinas,
inflorescencias de un fulgor
cultivado en redomas de vidrio esmerilado,
sufren los ojos si tropiezan sin protección
con las llamaradas de esa fiebre y es preciso
usar lunas tintadas o viseras de prolongado vuelo,
pero siempre queda alguna esquirla
de brillo tóxico acechando las miradas vírgenes
que presenciaron el amanecer,
y te preguntas por el alero hospitalario donde antaño
te protegías de la lluvia de azufre y fuego,
ahora ese tiempo ya pasó y te deja
con los labios resecos, las pestañas quemadas y la duda
de si fue real alguna vez.
Zona B:
Dadme las herramientas y acabaré el trabajo. Con esa frialdad se expresa el genocida. Él solo ha creado más adeptos a Hamas que toda la propaganda radical.
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