Aún hoy se asoman al ventanal de la memoria
los fantasmas barrocos de los candelabros,
su falsedad de bronce nos dejaba sin habla
por temor a incurrir en la blasfemia
de una pronunciación inadecuada,
para eso estaban los bancales tan escardados del latín,
que a pesar del abono no aportaban una cosecha almacenable,
era igual que la espuma escarolada que el mar hace crecer
entre las rocas, la conjunción sonora del oleaje del Adriático
con la vejez adormilada de los ríos de Hispania
de caudal escaso y deje campesino,
cualquier alpaca amarillenta se convertía en plata o intentaba
sustituir sin mérito al latón, crecían en el huerto los Horacios
de suculentas hojas o el espliego gramatical de Cicerón
y nadie nos mostró la diferencia
entre el espondeo gutural de la liturgia
y la luz del hexámetro vertida desde las vidrieras de Virgilio.
Zona B:
¿A nadie en Israel le importa que falte la anestesia para realizar operaciones a las víctimas amputadas de Gaza o que los niños mueran de hambre, sí, de HAMBRE, mientras los camiones con los suministros son saqueados por piquetes de colonos o se pudren en un paso fronterizo?
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