(F. K. cien años de fuego fatuo y sigue igual, sin consumirse,
pensando en yiddish.)
Lleva ya muchos años
en silencio de voz y de escritura, serio
o tal vez enfermo de parálisis facial, sus ojos
arden con la frialdad de un argumento
minuciosamente elaborado en torno a alguna vacuidad,
en el vacío nadan sus criaturas vermiformes,
o flotan sus carcasas como las hojas secas,
no dice nada, no propone una posible solución a los problemas
que enturbian el lenguaje, se limita a fluir lo mismo que las aguas
contaminadas de un arroyo industrial, toma los hilos
de una tela desflecada y los convierte
en la terminal de una neurona compartida, esa, la única
a la que no han llegado los peldaños de la ciencia
por lo que no sabemos si dice la verdad
o simplemente se ríe de nosotros.
Zona B:
Israelíes: sabéis que el genocida no os protege, os utiliza como excusa; de no ser por la guerra lo más probable es que estuviera ya en prisión. La solución no llegará desde las armas. ¿O es que os apetece seguir con el fusil al hombro otros dos mil años? De haber vivido la experiencia, Franz tal vez hubiera optado por la ironía del absurdo. ¿Es él quien os escribe los guiones?
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