Sigue llegando aquel olor
que arrastraba el viento desde la otra orilla,
el sol menesteroso entre celajes de vapor
que hablaba en un idioma apenas comprensible
a pesar del tufo a brea de las barcas y el escozor en la nariz
de la caloca secando entre los juncos de la playa,
nadie sabía interpretar la vela blanca
de un barquito posado como pluma en la mitad del caño
ni la espuma en torno al espigón del faro
donde las gaviotas confundían cualquier color oscuro
con el miedo escurridizo de los peces,
a veces una llovizna pasajera le lavaba la cara
al lado sur de Montehano, el monte bendecido
por su ancianidad y condenado a la demolición por su valioso
corazón de cristal o por el amotinado encumbramiento
de su perfil que alborotaba la quietud de la marisma.
Zona B:
¿Volverá el genocida a intentar convencernos de que también el bombardeo criminal de ayer fue un lamentable error o nos mirará con su intolerable chulería, sabiendo que goza de la protección de quien lanzó las bombas de Hiroshima y Nagasaki?
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