Salgo a mirar,
el aire apenas trae rumor de oficios
que van desdibujándose, nadie acude ya a regar el huerto
ni se humilla en los surcos para quitar las malas hierbas,
no se oye el golpe pensativo del hacha sobre el troco
ni la voz nasal del herrador que canturrea
mientras sujeta un clavo entre los labios,
la tajas de lavar se utilizaron para encender la lumbre
y la panoplia de herramientas de madera humillada
fueron alimento para xilófagos de nombre hostil,
qué queda para mí, pensé, los prados
de flor de otoño duermen ahora bajo el perfil del hormigón
y las petunias son reclusas entre rocalla traída del vivero,
-personal de oficina en un mercado sin oficios-,
y más lejos aún la alfombra de tomillo y hortelana
para adornar la procesión del corpus
con un volteo de campanas movido por la electricidad
porque nadie conoce los repiques, ahora,
cuando la maldición es el recuerdo.
Zona B:
Ha dimitido un ministro del gobierno genocida ¿Será el comienzo del derrumbe? El pueblo de Israel tiene que mover el aire espeso de una sociedad narcotizada por sucesos traumáticos, sin olvidar a los que sufren el horror de la desesperanza.
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