En la sala de espera
Sigue latiendo
ese segundo corazón infecto de la herida,
las cosas pasan
con fatiga y dolor
por su observador ojo de aguja,
te duele el aire que respiras,
los pensamientos que coronan
de espinas tu cabeza,
y el médico te dice
que digas treintaytres como si fuera
una apuesta a la baja frente al número
real de tus problemas.
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