lunes, 27 de mayo de 2019

Un país rodeado de tapial




Imagino los puños chamuscados de la camisa de Alonso Quijano tras intentar rescatar de las llamas alguno de los libros que sus deudos arrojaron a la hoguera.
El sucio sufrimiento del hidalgo castigado en su dignidad por un amor tan torpe que confunde sensatez con sometimiento.  
Qué decir de tal inquisición y de ese olor a pelo quemado que siempre flota sobre nuestras conciencias y que algunos visitantes extranjeros del pasado creyeron ver como una de nuestras señas de identidad.
Lo malo es que hemos aprendido poca cosa desde entonces.

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