Este es el recado de la memoria
sobre lo que dijo la pasión cuando empezaban
sus ardores de antesala: el mundo no está ahí
no hay nada fuera
del alma dúctil de esta carne, de esta
feroz licantropía que confunde
cualquier lenguaje con balido
-la eternidad es un instante
de hipnótica vigencia
fijado a la pared con clavos vivos-
va haciéndose más lento, las llamas
queman sarmientos de facundia fácil
o le copian al sol sus fervorines
de crepúsculo enfermo
y la percha
de la costumbre vuelve
a lucir con sus mejores galas.
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