El adorado lápiz,
el preferido de los dioses,
ellos riegan su cedro,
suben sus pulsaciones cuando cierro
en torno a él los dedos y abro
con asombro los ojos esperando
lo que él suele dictar,
muerdo tibiamente ese perfume
oriental, tan añoso
como la edad indómita de homero,
sueño alguna vez con él cuando me alejo
del aceite de su alma de grafito,
su luz compite con la polar circunferencia
en la que el sol gobierna
las incontables horas de labor que dura un sueño.
Acabo de encontrarme con un enorme brillo silencioso.He encontrado a un gran poeta aquí mismo,en este blog.
ResponderEliminarQuien lee así está contribuyendo con la causa. Gracias por mirar.
ResponderEliminar