La vida eterna se asemeja
a la tapa negra de un libro de poemas,
nada de su interior se transparenta,
nadie de los que optaron por entrar ha regresado,
y si un día llega a abrirse por efecto
de un alocado vendaval
la velocidad de paso de sus páginas
hará imposible la lectura
salvo que gocemos de la gracia
cinética de hacer volar
a una paloma encuadernada.
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