No le molestaba
aquel aire de establo, las boñigas
dando calor a la penumbra y apoyando
una fertilidad comprometida
por igual con el trigo y la cizaña,
por otro lado el amistoso
vapor respirado por las vacas
y su familiar meditación
quedaban siempre a medias
entre el hexámetro de horacio
y el reciclado de fray luis.
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