He visitado el edificio de la biblioteca nacional,
con dificultad he coronado los últimos peldaños.
-manía de escaleras que a nada llevan-, suponiendo
en cada escalón un solo libro llegaría
hasta el umbral del siglo de oro, entre batallas,
rompeolas y pasillos donde las conspiraciones palaciegas
hacían sus labores de polilla,
todo un arsenal de variaciones
descoloridas por la levedad de la memoria,
pero no he querido entrar, sobrevolaba
por doquier el escepticismo de los esforzados
a los que nadie curó de sus heridas.
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