Tú estabas allí,
simplemente estabas, sin mirar,
sin sentir emoción,
no huyendo de dolor o miedo,
sin nada que llamara a tu puerta,
y de repente llegó la inundación, el agua
te sobrepasó y te hizo conocer la sed del náufrago,
no podías beber mientras te ahogabas,
el agua te arrastraba como a una piedra más,
tú le impedías avanzar,
por eso fuiste objeto de feroz riada,
y aún ahora, sumergido,
te sigues preguntando cuándo podrás calmar
esta sed que te abrasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario