En su poema describía el curso
de un río semejante al que Manrique encomendara
la barca con la memoria de su padre,
el río se adentraba igual que una nariz
en los azules de intensidad gradual de un gran estuario
hasta fundirse en el morir del prusia trasatlántico,
usaba los prismáticos para traducir
los peñascos oscuros
que de vez en cuando aparecían bajo el celaje de la niebla,
el río ya no era la inocente línea verde
que cicatriza las heridas amoratadas de la agricultura,
se ha transformado en la cola de un dragón
y los peñascos negros son el espinazo
que se hunde y aparece entre las olas,
en su descripción no ocurre nada más,
ni patos poblando de nenúfares los vados
ni grullas perfilando una estrategia migratoria,
cuando ya está en la playa sólo le preocupa
la desnudez de los finales
aunque sabe que no hay otro final que ese desnudo.
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