Asisto sin pasión, atento
al progreso lento de las filmaciones
donde el tiempo se convierte
en un pedazo repetido de sí mismo,
sube la espuma de la acción, se inflama
el fuego fatuo de los parlamentos
y la película termina siendo tan delgada
que es muy fácil ver la herida que amenaza
con volver a sangrar
a nada que aceleres los momentos
ralentizados de las tomas falsas,
y qué tristeza da cuando termina todo
y tras el montaje
compruebas que sólo has fabricado
un hermoso tapón para adaptarlo
a botellas vacías.
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