"De niño me estremecía al tocar la obra de la muerte..."
(Adrian Popescu)
ahora no, ahora parto desde el exterior de ese jardín
donde se emplea un tono despectivo con todo lo extranjero,
compruebo sin querer que -bueno- estoy tranquilo y solo,
no pesa sobre mí la obligación de ser amable o servicial
con quien me desprecia, vivo
de la reserva rancia que a los viejos nos proporciona la incredulidad,
poniendo a un lado la soberbia de un pálido saber
y al otro
la impertinencia que siempre amamantó mis ignorancias,
soy más feliz o algo menos permeable a la desgracia?
dejo el camino comunal y avanzo
sin demasiada convicción por este reducido acudidero
que no sé a dónde lleva,
porque no me importa ya el a dónde sino cuánto
durará esta inquietud tan andariega.
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