Ahora vivo en una casa vieja
que en otro tiempo fue refugio de montaña,
los buitres la sobrevolaban esperando algún cadáver
o atraídos por el olor de la pobreza,
ahora no, la habito yo y los corzos
la visitan buscando soledad,
dos cruces altas de hierro marcan
el condominio del jardín, unos geranios
subidos al pretil de piedra que avisa del abismo,
por las noches miro abajo las estrellas,
un cielo giratorio que cambia de lugar
y adopta la manera esquizo de van Gogh
con silbos de águila guardados
en las entrañas de las cuevas,
alguien me preguntó una vez si era feliz
y yo no supe responderle.
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