Ayúdame a cambiar
esta costumbre urbana de medir el tiempo
por su luminosidad, días o noches
como soles parados que se ríen
del postulado de la física,
dame algún motivo para diseñar de nuevo mis bocetos,
ahora que descubro disfraces en mi cuerpo
con los que no me siento bien,
la idea alcanza siempre algún pináculo
desde donde contemplar los huesos del desierto
no como muerte o vida sino como el final de una aventura
contra la que nada hay que decir,
ahora me complace dedicarme
a cantigas menores, al desafinado tono de los campos
cuajados de amapolas donde antaño se cultivaba trigo,
una apuesta por la imperfección frente a la lógica
que sólo entiende de fanegas.
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