Tres tazas laboriosas para un café de aniversario,
en casa apenas la achicoria se vestía de dominical,
pongo tres sillas a esperar en torno al catafalco
de la mesa demasiado alta para una memoria desnutrida,
cuando ellos llegan se estremecen
las campanillas amarillas que florecen
en el mes de junio al borde del camino,
es algo tarde ya, oigo decir, sin que nadie abra los labios,
fresas tempranas, arándanos azules o cerezas sin madurar,
es tan difícil regresar a casa
con esta luz vegana sobre viandas rojizas
o teñidas de un sutil canibalismo
que ni siquiera en sueños,
es difícil
quedarse así, mirándonos atentos, sin comer,
sin hablar, sin acordarse del lenguaje
perdido de los ojos, ahora ya vacíos
y acostumbrados a un inmovilismo silencioso.
Cuando se van rebusco entre los posos
una fórmula délfica
para tener en que pensar mientras la noche
se envuelve en sus dramáticos crespones.
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