Salí temprano a recorrer la grava
de mis cavilaciones y mis pies pronto despertaron,
pero ellos saben dosificar ese dolor
que como pena les sigue a todas partes,
entre los filos de las pequeñas piedras
va creciendo una hierba cautiva
que no aspira a convertirse en prado,
y al refrescar los pies en el arroyo
hermes el caminante hace crecer en ellos
unas alas seráficas que alivian
al escozor insoportable de las plantas.
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