En el proceso de fabricación de adobes
hay una fase que por su oscuridad alude al mundo subterráneo
donde el barro tantea el equilibrio entre resistencia y flexibilidad,
ya los antiguos descubrieron
algo mantecoso en ese encuentro del caolín con el almagre,
la sangre madre se coagula con la quietud de los remansos,
todo es lineal y dúctil en ese mundo de lombrices
como el cordón de arcilla que el alfarero arrulla entre las manos
hasta darle el punto justo de viscosidad,
solo le falta el alma vegetal -la fuerza de la paja-
y el aliento del sol para que asuma
el papel materno de pared que nace de la tierra
lo mismo que los árboles.
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