Delego en la pereza de la vista
algo cansada por los años
la obligación de retocar los filos
de estos nuevos paisajes y dejarlos
borrosamente estables tras la tormenta,
luego, si me apetece,
trazaré mi capricho con el dedo
como hizo adán con dios cuando le vio tan viejo
al abrir los ojos por primera vez.
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