Va cuajando hacia poniente
el resplandor de sirio,
desde la mitad oscura
el cárabo espera turno para hablar,
a intervalos
un hisopo lobular de hojas de roble
dispersará el sonido,
a esta hora
la luz, ya muy cansada, se va hundiendo
sin burbujas ni toses en el ámbar
dorado que mantendrá en vigor eternamente
el escalofrío del insecto.
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