Me habían regalado aquel juguete
que eructaba palabras de metal,
yo jugaba a enterrar entre vapores
una voz azulada por la ansia
sin atreverme a preguntar de dónde
venía o hacia dónde iba aquel sonido,
su corazón de muelle
pugnaba por salir catapultado
de su cámara lenta, y mis oídos
con misericorde cirugía
le hicieron una mística cesárea
al anestesiado mecanismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario