Sí, disfruto acariciando mentalmente
la declinación accidentada de tus vértebras,
tu lado monstruo que envejece y se amotina
contra la infancia armónica,
un alma roja de perfil,
la seda vermis de tus alas,
tus adornos agudos anunciando
una bondad de cuarzo no del todo transparente,
bajo una gorra de beisbol mitológico
se insinúa en racimo tu pelo enharinado,
un grumo inteligente casi al ras aéreo de la parra,
sin pulgón,
con enfermedades que podrían curarse a golpe de cincel,
como sucede con el mármol.
Entenderás mis dudas,
pero sigo soñando que algún día
pulsaré tus escamas como teclas de un piano sin sonido
y volveré a vivir tu antigüedad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario