Él arriesgaba,
a punto siempre de rozar la línea baja,
no buscaba la verdad sino saber si había
tiempo aún para seguir flotando
en la incontinencia de la duda
antes del final de la partida, la mano hinchada
como pala de hornear el pan,
-y tú qué miras-,
poca alegría queda ya, -ahora ni se juega-, la suple
el poso del esfuerzo que se quedó sin agua
de tanto hervir,
pero seguimos a la espera triangulando
esta virtual hipotenusa del frontón
para que el eco nos devuelva
las resonantes carcajadas
que provoca el encuentro
de la ansiedad con la pared.
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