Se atribuye al vidrio y a la loza
una quietud iluminada capaz de simular entre barrotes
la sosegada muerte natural
que algún brillo fugaz desenmascara,
morandi se acercó al misterio de la cuadrícula
enmarcada en soledad y monotonía,
puso el gris a trabajar y dejó al negro
la definición del límite,
escarbando en colores secundarios
hasta llegar al blanco posterior
sin reparar en horas de minucia y alquimia,
siglos pensando en ese balanceo
de junco solitario que asegura
la existencia de vida al otro lado del cristal.
Aquí no existe lo sagrado
pero se deja ver alguna vez.
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