Cuando vieron vacía la ampolleta
un pensamiento recorrió la sala:
había que dar la vuelta al mecanismo
para que el tiempo no se detuviera,
pero nadie se atrevió a romper el hielo
que tras el último gránulo de arena
había congelado el corazón de todos,
siguió sonando el segundero en el silencio
y cuando ya la asfixia coloreaba
de morado los labios, alguien consiguió decir:
no sé, pero parece que seguimos
respirando las sobras del 21, todos se llevaron
la angustia a la garganta, se palparon la nuez
y al ir bajando y dar la vuelta por los hombros
la manos comprobaron con espanto
que las alas no habían vuelto a florecer.
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