Las últimas notas siguen en el aire,
no es tu mejor canción, acaso por la letra,
tampoco los vapores musicales
al condensarse en la mampara de la ducha,
y tú no es que nacieras para el canto,
tal vez para ir acompañando con los ojos
los puntos fríos y calientes
que hacen progresar el magnetismo
del sonido reptante -¡la culebra!-,
yo soy el ratón y miro hipnotizado el amarillo
que propagan los ojos del ofidio universal,
no es necesario traducirlo, ese imán seguirá sonando
como el estruendo quieto de los pájaros
en las horas de la siesta,
o como las cuentas de un collar rodando por el suelo,
o como el roce de las gomas sobre la banda negra del asfalto,
o acaso como el gozne de una puerta medieval,
o como el zas del hacha sobre el cuello,
o como el banu acaz del ápora,
o como...
-a pesar de todo será un éxito-.
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