Esta mañana, la perplejidad,
anoche sonó el viento,
veinte grados ya, la mente sola
sin la respiración acostumbrada,
sin café reconstruyendo el alma,
por qué no estoy contento,
no hay dolor, no hay miedo
temblando en el calor del horizonte,
he podido vislumbrar el humo
del ceremonial pagano en la ventana
de atrás de este edificio hecho de páginas,
leo verdad y dudo, me estremezco:
he estado a punto de dejarme llevar, he visto
desaparecer tras un arbusto
la orla blanca de la vestimenta icónica de dios.
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