Hoy yo pasaba por aquí,
la puerta siempre abierta de ese edificio que bosteza
y siempre está con hambre,
en las horas lectivas, laborables, horas de pan y hormiga
yo no suelo pasar por estos sitios -duermo o sueño aún-,
pero hoy sí, pasé, pasaba, y vi en la sombra
del enorme zaguán la sombra hermana del conserje,
él es amigo de un amigo en la niebla, hola, quieres pasar,
y, claro, sí, ver la cúpula con todas las luces encendidas,
sin necesidad de haber pagado entrada, los ensayos se hacen
en el interior, la digestión del desayuno, ahora todo cae
bajo el dominio del ninguno, con nosotros dentro todo
vuelve a funcionar, la luz, las cuerdas, los contrapesos, los andamios,
las bambalinas estelares, las voces que han mojado
con su vapor el terciopelo del telón, un parlamento de tenor
que se ahogó entre las toses vuelve
a exhibir su osadía para nosotros, -los ninguno-,
pero sobre todo brilla
la gran blasfemia silenciosa de la cúpula,
me moriré, seguro, pero con la ventaja de saber que no hay más cielo.
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