He crucificado en la madera
ese dolor de aguja, arriba siguen las espinas
coronando la frente de sudor,
no temas, es un simple pinchazo,
ni siquiera hace ruido, baja
como las lágrimas, en perfecto silencio,
los ojos se dirigen a otro lado
y se mantiene la respiración,
ya está, lo ves?
pero tú no miras
por si el color aún recordara
al socarrón de Grünewald.
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